El arte de performance es una actividad común en nuestros días. Consiste en sacar la expresión del arte de su espacio institucional: una tarima, un escenario teatral, una galería, etc., para pasar a utilizar el soporte mismo de la realidad cotidiana, ahí donde todos nos desenvolvemos. En principio, todo lugar y momento puede ser sorprendido por una performance, y mientras más transgresiva esta sea, su rol se puede transformar en una potente declaración política, que ya no asume las seguridades ni garantías que otorgan los marcos delimitantes (ideológicos) de los “recintos de arte”.
En el Perú hay una larga tradición, que se relaciona al happening, las apariciones performativas y la fotografía, que nos lleva hasta la incursión de Norka Rouskaya, José Carlos Mariátegui, Cesar Falcón y otros personajes, en el Cementerio de Lima en 1917, para hacer una especie de marcha-danza nocturna, que fue denostada por la prensa y los sectores conservadores de la sociedad limeña por su perversión.